Por Perry Marshall
¿Por qué nos molesta que la gente muera de enfermedades? ¿O qué los gobiernos corruptos sean los causantes de la pobreza y el hambre? ¿Por qué nos preocupa que se secuestre a niñas para someterlas a esclavitud sexual o que miles de personas sean masacradas por terroristas?
¿Qué pasó con nuestra comprensión de la "supervivencia del más fuerte?" El triunfo del más fuerte sobre el débil debería ser la norma. Esto debería ser lo aceptable.
Pero no lo es. “La supervivencia del más fuerte” va en contra de nuestra conciencia. No creemos que se deba victimizar a una persona, solo porque otra persona más fuerte es capaz de hacerla sentir como tal.
En la naturaleza humana hay: un corazón compasivo que va a contracorriente, contra los procesos evolutivos. Lo que podría ser beneficioso y bueno para nuestra propia supervivencia, puede no ser lo que elijamos. Podríamos elegir exactamente lo contrario.
Podríamos, arriesgar nuestra propia seguridad, al sacar una víctima de un accidente de un automóvil en llamas. Podríamos mudarnos a otro país para rescatar a niñas de la esclavitud sexual. Podríamos unirnos a organizaciones de ayuda humanitaria en países conocidos por los secuestros guerrilleros y los asesinatos brutales y aleatorios.
¿Por qué lo hacemos? ¿Por qué nos resulta gratificante ayudar a otros, cuando podría costarnos la vida? ¿Qué nos atrae de estos actos de bondad desinteresados?
¿Podría ser por la razón que propuso el Arzobispo Desmond Tutu de Sudáfrica? Él sostiene que fuimos creado para “ser bondadosos”.
“Es maravilloso, sí increíble, que, en este mundo cínico como el nuestro, aquellos que admiramos más, de hecho, veneramos, no sean tal cual esperamos”. [No son] machistas, agresivos, incluso exitosos. No, sorprendentemente, se asemejan a la Madre Teresa, al Dalai Lama, a Mahatma Gandhi y a Nelson Mandela.
"¿Por qué veneramos a gente como ésta? ¿Por qué?
“Es porque son buenos y nuestros corazones se alegran, se regocijan en su presencia. Nos hacen sentir bien siendo humanos.
“Y porque nosotros (todos nosotros) fuimos creados para ser bondadosos. Hemos sido creados para Dios, para reírnos, para ser amables, para cuidar, para compartir, para ser compasivos”.1
¿Es esto cierto? Dios, el creador de nuestras vidas, dice “sí”. Nuestras vidas tienen un propósito mayor que el de la supervivencia.
Echa un vistazo al propósito de Dios para nuestra vida.
“Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica”.2
“Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios”.3
Hay materialista que buscarán convencernos de que no tenemos conciencia, una fuerza interior que nos atrae a la bondad. Para ellos, simplemente somos guiados por impulsos químicos, programados por el desarrollo evolutivo. Dicen que tenemos un cerebro, pero no mente. Un cuerpo, pero sin alma. Algunos hasta argumentan que, como objetos físicos, no se nos puede pedir que hagamos más que aquello que sea para beneficio propio. No somos más que animales evolucionados.
Sin embargo, estos mismos materialistas se contradicen. Dicen que no tenemos libre albedrío, tampoco conciencia, pero luego nos piden que tomemos decisiones morales. Por ejemplo, podrían pedirnos que cuidemos el medio ambiente y que nos abstengamos de utilizar bolsas plásticas, quemar combustibles que contaminen el aire. ¿Cómo pueden pedir tal autosacrificio?
Si estamos programados para la victoria de unos sobre otros, ¿por qué sacrificarnos?
Él nos creó para cuidar de los demás.
“¿Quién de ustedes, no se ha sentido a gusto cuando hizo algo desinteresadamente bueno, cuando fue amable y no era necesario? Tu interior brilla. Te sientes muy bien.
[Y] Cuando haces algo terrible, tu cuerpo lo refleja. Lo sientes en tu estómago. La ira, el resentimiento... te afectan. Tu presión arterial aumenta, porque nuestra naturaleza, es en realidad hacer el bien. Este es el motivo por el cual hemos sido creados”.4
¿Quieres ver acciones justas hacia los pobres, en lugar del abuso? ¿Ver misericordia y paz? Eso es exactamente lo que Dios quiere que nos enfoquemos.
Las principales religiones del mundo -hinduismo, budismo, islamismo, cristianismo- tienen en gran estima a Jesucristo. Su vida fue única. Sus valores inflexibles.
Jesús prometió: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios”.5
Sin embargo, seamos honestos. Como humanos, somos también capaces de egoísmo, codicia y asesinato. No tenemos problema en ignorar al pobre, al que sufre, los sintecho. Y ese es nuestro dilema.
“Queremos creer en la bondad máxima humana, pero con demasiada frecuencia nuestras esperanzas se ven frustradas por actos egoístas y violentos de nuestra propia familia humana unos contra otros. Nos aferramos a la promesa de nuevos avances científicos para ayudar a nuestro mundo herido, pero tememos que algunos de estos descubrimientos puedan usarse de manera que causen más daño que bien".6
Ahí está el problema. Tenemos dos naturalezas que se contradicen. Una parte de nosotros es muy egocéntrica, se centra en lo que nos beneficia, incluso en detrimento de los demás. La otra parte quiere en verdad sacrificarse por los demás. Tenemos un conflicto interno que el reino animal no tiene.
Sin embargo, hay una solución. Nuestra mejor parte puede ganar. Pero no solos. Hay una ventaja en conocer a Dios. La experiencia de sentirnos amada por él nos lleva más allá de nuestras propias limitaciones humanas. Dios puede sacarnos de nuestro egoísmo y hacer que nos preocupemos más por los demás. ¿Por qué encontramos que tantas organizaciones benéficas, que sirven bajo circunstancias extremadamente difícil, se basan en la fe?
La Biblia lo afirma con valentía: “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero”.7
Estar convencido y experimentar el amor incondicional de Dios, ese amor inalterable para con nosotros, repercute en nuestra manera de ver a los demás.
En el Evangelio de Juan, leemos acerca de Jesús: “Entonces la Palabra se hizo hombre y vino a vivir entre nosotros. Estaba lleno de amor inagotable y fidelidad. Y hemos visto su gloria, la gloria del único Hijo del Padre”.8
“Jesús recorrió todas las ciudades y aldeas de esa región, enseñando en las sinagogas y anunciando la Buena Noticia acerca del reino; y sanaba toda clase de enfermedades y dolencias. Cuando vio a las multitudes, les tuvo compasión, porque estaban confundidas y desamparadas, como ovejas sin pastor”.9
Nos creó para que conociéramos su amor por nosotros y demostráramos ese mismo amor a los demás.
Jesús dijo: “Yo los he amado a ustedes tanto como el Padre me ha amado a mí. Permanezcan en mi amor... Mi mandamiento es este: Ámense unos a otros de la misma manera en que yo los he amado”.10
¿Has oído alguna vez cómo podrías conocer el amor de Dios por ti? Observa la vida de Jesús. Esta es una lectura rápida, extractos del Evangelio de Juan en la Biblia. La convincente vida de Jesus
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Notas al pie: (1) http://spiritize.blogspot.com/2005/12/desmond-tutu.html (2) Efesios 2:10; (3) Miqueas 6:8; (4) Arzobispo Desmund Tutu, http://www.achievement.org/autodoc/page/tut0bio-1; (5) Mateo:6-9; (6) Francis Collins, director del Proyecto Genoma Humano, en su discurso durante el Desayuna de Oración en la Casa Blanca, 1 de febrero, 2007; (7) 1 Juan 4:19; (8) Juan 1: 14 (NTV); (9) Mateo 9:35,36; (10) Juan 15: 9,12.