La muerte por crucifixión por la cual tuvo que pasar Jesús estaba reservada, en esos tiempos, para los peores criminales.
En el caso de Jesús, parecía que todos contribuían. Los líderes religiosos judíos, el gobierno romano gentil y una multitud de personas exigieron su muerte.
¿Por qué?
Todo comenzó en una pequeña aldea, no lejos de Jerusalén, en Israel. A la edad de 30 años, Jesús comenzó a enseñar a las personas acerca de la vida y de Dios.
Las multitudes fueron atraídas por Él. Todo en Jesús era notablemente diferente a la de los principales líderes religiosos de ese momento. Él acogía no solo a ricos y a poderosos, sino también a prostitutas, a pobres, a enfermos y a marginados.
Jesús llamó a las personas a creer en Él, diciendo cosas como: “Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”1.
¿Por qué las personas escucharon a Jesús? Por lo que vieron.
“Jesús recorría todos los pueblos y aldeas enseñando en las sinagogas, anunciando las buenas nuevas del reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia”2. Los ciegos podían ver, los cojos podían caminar, los leprosos podían ser limpios de la lepra.
Él alimentó a una multitud de 4,000 personas con un puñado de peces y panes y, lo hizo de nuevo con 5,000 personas.
Durante una fuerte tormenta en el mar, Jesús se puso de pie y ordenó que el viento y la lluvia se detuvieran, trayendo repentina calma. Los hombres en la barca preguntaron: “¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?”3
Varias veces devolvió a los muertos a la vida. No es de extrañar que las multitudes siguieran a Jesús y que se difundiera su fama.
Mientras Jesús enseñaba a las multitudes, también criticaba a las autoridades religiosas. Estas hacían alarde de su posición, insistiendo en la obediencia a sus exigentes rituales, leyes y tradiciones.
Jesús les dijo: “Atan cargas pesadas y las ponen sobre la espalda de los demás...”4.
Y desafiándolos directamente les dijo: “Hipócritas! Tenía razón Isaías cuando profetizó de ustedes, ‘Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me adoran; sus enseñanzas no son más que reglas humanas”5.
Por ejemplo, una de las leyes religiosas consistía en no trabajar el sábado. No se podía cocinar, no se podía caminar una cierta distancia, no se podía llevar ningún objeto, etc. Esto pasó de ser un día de descanso, a ser un día de restricciones.
Un sábado, Jesús curó a un hombre que llevaba 38 años inválido. Jesús le dijo al hombre que levantara su cama y caminara. El hombre se levantó y, por primera vez en 38 años, pudo caminar. Los fariseos lo vieron y dijeron: “Es sábado y no te es lícito hacer esto”.
Cuando los fariseos confrontaron a Jesús por trabajar (sanar a las personas) en sábado, Jesús dijo, “mi Padre está trabajando hasta ahora y yo también estoy trabajando”.
La biblia nos dice: “Así que los judíos redoblaban sus esfuerzos para matarlo, pues no solo quebrantaba el sábado, sino que incluso llamaba a Dios su propio Padre, con lo que Él mismo se hacía igual a Dios”6.
Jesús dijo que conocerlo era conocer a Dios 7, verlo era ver a Dios 8, creer en Él era creer en Dios 9, recibirlo era recibir a Dios 10, odiarlo era odiar a Dios 11 y, honrarlo era honrar a Dios 12.
Al ver que las multitudes seguían a Jesús, los fariseos y saduceos judíos decidieron deshacerse de Jesús y recuperar su autoridad entre el pueblo.
Ellos arrestaron a Jesús y lo llevaron ante el sumo sacerdote, quien le preguntó, “¿Eres el Cristo, el Hijo del Bendito?”
Jesús respondió: “Sí, yo soy. Y ustedes verán al Hijo del hombre sentado a la derecha del Todopoderoso y viniendo en las nubes del cielo”13. (Esto se refería al juicio final del mundo, el cual Jesús estaba diciendo que se llevaría a cabo).
El sumo sacerdote lo acusó inmediatamente de blasfemia, afirmando ser Dios. Y todos lo condenaron como digno de muerte.
Debido a que las leyes judías no permitían la pena capital, los líderes religiosos llevaron a Jesús ante el gobierno romano gentil y exigieron la sentencia de muerte. (Así, tanto judíos como gentiles participaron en la muerte de Jesús).
Poncio Pilato, el prefecto (gobernador) romano de la zona, tenía la última palabra. Él creía que Jesús debía ser liberado. Pero los fariseos y saduceos agitaron a las multitudes y exigieron que Jesús fuera condenado a muerte. Gritaban: “¡Crucifícalo, crucifícalo!” Pilato cedió a las exigencias de la multitud.
El veredicto: muerte por crucifixión, el método de tortura y muerte del gobierno romano.
Nada de esto fue una sorpresa para Jesús. En muchas ocasiones, antes de su crucifixión, Jesús dijo a sus discípulos que iba a ser arrestado, inmolado y crucificado. Él también dijo que tres días después de ser sepultado volvería a la vida. Todo lo que Jesús afirmaba sobre su deidad quedaría demostrado al volver físicamente a la vida.
Los soldados tomaron a Jesús, crearon una corona de espinas largas, la presionaron en la cabeza de Jesús como forma de burla y, lo golpearon.
Luego azotaron a Jesús con el “gato de nueve colas”, un látigo con múltiples puntas de hueso o metal. Cuarenta latigazos solían ser suficientes para matar a una persona.
Clavaron las muñecas y los pies de Jesús en una cruz de la que colgó y murió por asfixia lenta y fallo cardiaco. Le clavaron una lanza en el costado para confirmar su muerte.
La muerte de Jesús en la cruz no fue simplemente la consecuencia natural de sus milagros y sus declaraciones. No estaba a su merced.
Jesús ya había demostrado que tenía un poder absoluto sobre la naturaleza, la enfermedad, incluso la muerte. Sanó a muchas personas, incluso devolviéndoles la vida. A la luz de eso, Jesús podría haber bajado de la cruz en cualquier momento.
Esto era el equivalente de alguien que se inclina y pone la cabeza bajo el agua y elige ahogarse deliberadamente cuando tenía el poder de levantar la cabeza en cualquier momento. Jesús eligió morir.
Antes de su arresto, Jesús dijo: “Nadie puede quitarme la vida sino que yo la entrego voluntariamente en sacrificio”14. Lo hizo a propósito, fue planeado, fue intencionado.
En diversos grados, actuamos de manera opuesta a la voluntad de Dios. Basta con echar un vistazo a las noticias de cualquier día… racismo, asesinatos, abuso sexual, mentiras, codicia, corrupción, terrorismo, guerras, etc. Como personas tenemos una gran manera de arruinar nuestras vidas y las de los demás. Dios nos ve como perdidos, ciegos y bajo su juicio por nuestros caminos.
Pensemos en lo asqueados y dolidos que estamos al escuchar que una niña de 6 años es secuestrada para ser abusada sexualmente. Es una afrenta tan grande a nuestros sentidos morales que incluso los que se oponen a la pena de muerte podrían sentirse tentados a reconciderar tal pena.
Bueno, todo nuestro pecado es una afrenta a un Dios santo. Todo nuestro pecado lo aflige, no estamos a la altura de nuestras propias normas y mucho menos de las suyas. Si somos sinceros, a veces incluso nos disgustamos. Entonces ¿qué vería un Dios perfectamente santo?
Dios dijo que la pena del pecado es la muerte 15. Por eso, en el Antiguo Testamento ves a Dios instruyendo a los israelitas a sacrificar a un cordero una vez al año para el perdón de sus pecados. El cordero moría en su lugar, pero ese era un perdón temporal, tenían que hacerlo cada año.
Cuando Jesús vino, el profeta Juan el Bautista dijo esto acerca de Jesús “¡Aquí tienen al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!”16
Jesús vino a tomar la pena por el pecado de la humanidad, por nuestro pecado, en nuestro lugar. En lugar de que nosotros muriéramos y estuviéramos permanente y eternamente separados de Dios, Jesús pagó por nuestro pecado en la cruz, para que pudiéramos ser perdonados para siempre y tener vida eterna.
Esto es exactamente por lo que Jesús vino, como nuestro Salvador, para salvarnos del juicio de Dios, la condenación y el pago de nuestro pecado. Cualquier pecado que hayas cometido, o que vayas a cometer, Jesús lo conoció mientras colgaba de la cruz. Jesús tomó el castigo de nuestros pecados por nosotros.
Has visto el famoso cuadro de Leonardo da Vinci de la “última cena” con Jesús sentado en una larga mesa y los discípulos sentados junto a él a ambos lados. Da Vinci estaba representando la cena que Jesús tuvo con sus discípulos antes de ser arrestado y crucificado.
En esa “última cena” Jesús dijo a sus discípulos que su sangre sería “derramada por muchos para el perdón de pecados”17.
Jesús, quien no cometió pecado, pagó por nuestros pecados en la cruz. No es justo, no merecíamos que Él tomara nuestro lugar. Entonces ¿por qué lo hizo?
Sabemos que “Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros”18.
¿Qué es lo que nos pide? ¿Qué le paguemos y nos ganemos el perdón? No, nunca podríamos ser dignos de lo que Jesús hizo por nosotros. Lo que nos pide es simple… que creamos en Él. Nos pide que aceptemos su muerte por nosotros, que aceptemos su perdón completo como un regalo gratuito.
Curiosamente, muchas personas no quieren hacer esto. Quieren tratar de ganar su propia salvación, ganar su propio camino al cielo, quieren demostrar con sus esfuerzos que son dignos de una relación con Dios. Jesús dijo que morirán en sus pecados y enfrentarán el juicio, porque rechazan lo que Jesús hizo por ellos.
Pedro, uno de sus discípulos, dijo acerca de Jesús: “Todo el que cree en Él recibe, por medio de su nombre, el perdón de los pecados”19.
Pero no solamente perdón, sino también vida eterna y una relación cercana y personal con Dios ahora, en esta vida. Todo es nuestro porque Jesús murió en la cruz por nosotros.
Jesús no estaba únicamente tomando el castigo por nuestro pecado, sino que estaba eliminando el muro que se interponía entre nosotros y Dios. Estaba ofreciendo mucho más que el perdón. Nos ofrecía la reconciliación, la aceptación plena y una relación completa con Él, para que pudiésemos conocer su amor por nosotros.
Esto es como si un poderoso multimillonario no solo cancelara la deuda que una persona le debe, sino que luego le entregara todo su patrimonio a la persona que no pudo pagarle.
La vida eterna, el cielo, es un regalo gratuito: “Porque la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor”20.
Jesús vino al mundo para morir por nosotros, para proveernos un camino para conocerle íntimamente. Es nuestra decisión recibir el regalo que nos ofrece de tener una relación con él.
Jesús lo resume en esta manera, “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie llega al Padre sino por mí”21.
Cualquiera que invite a Jesús a su vida y acepte su regalo gratuito de perdón y vida eterna, comienza una relación con él que nunca termina.
Después de su crucifixión, ellos sepultaron a Jesús en una tumba y pusieron una guardia entrenada romana de soldados en su tumba. ¿Por qué? Jesús había dicho en repetidas ocasiones que tres días después de su sepultura, se levantaría de entre los muertos. Esto probaría todo lo que dijo sobre sí mismo.
Tres días después, la tumba estaba vacía. Entonces, Jesús se apareció físicamente a sus discípulos muchas veces y a una multitud de 500 personas. Cada uno de los discípulos de Jesús fue por todo el mundo proclamando la resurrección de Jesús. Cada uno fue martirizado por ello, en diferentes lugares, tan convencidos de la identidad de Jesús.
Es nuestra decisión aceptar el perdón que Él ofrece, acercándonos a Él, pidiéndole que nos perdone y entre en nuestra vida.
Juan lo expresa muy bien en la biblia “Y nosotros hemos llegado a saber y creer que Dios nos ama. Dios es amor. El que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él. Ese amor se manifiesta plenamente entre nosotros para que en el día del juicio comparezcamos con toda confianza”22.
Jesús lo declaró explícitamente: “Ciertamente les aseguro que el que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna y no será juzgado, sino que ha pasado de la muerte a la vida”23.
La oración de Jesús justo antes de su muerte fue: “Padre justo, aunque el mundo no te conoce, yo sí te conozco y estos reconocen que tú me enviaste. Yo les he dado a conocer quién eres, y seguiré haciéndolo, para que el amor con que me has amado esté en ellos y yo mismo esté en ellos”24.
¿Te gustaría invitar a Jesucristo a tu vida en este momento? A continuación te explicamos cómo hacerlo.
“Jesús, te pido que entres a mi vida. Perdona mi pecado. Gracias por morir en la cruz por mí, dirige mi vida como tú quieras. Gracias por venir a mi vida en este momento y darme una relación contigo. Amén”.
Si acabas de pedirle a Jesús que entre en tu vida, su crucifixión significa que has aceptado su regalo, que estás perdonado y que tienes una relación eterna con Él. Consulta el siguiente enlace para crecer en tu nueva relación con Dios.
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Notas al pie: (1) Juan 8:12 (2) Mateo 9:35 (3) Marcos 4:41 (4) Mateo 23:4 (5) Mateo 15:9 (6) Juan 5:18 (7) Juan 8:19 (8) Juan 12:45; 14:9 (9) Juan 12:44; 14:1 (10) Marcos 9:37 (11) Juan 15:23 (12) Juan 5: 23 (13) Marcos 14:61,62 (14) Juan 10:18 (15) Romanos 6:23 (16) Juan 1:29 (17) Mateo 26:28 (18) Romanos 5:8 (19) Hechos 10:43 (20) Romanos 6:23 (21) Juan 14:6 (22) 1Juan 4:16,17 (23) Juan 5:24 (24) Juan 17:25,26.