Por Charles Gilmer
TLa persistencia del racismo en Estados Unidos sigue siendo un serio desafío a la esperanza de una nación que vive sus valores más preciados: la libertad y la justicia para todos.
Los continuos incidentes, que agitan las tensiones raciales, nos recuerdan que el odio y la enemistad siguen latentes. La sospecha acecha bajo la superficie de muchas interacciones. Las noticias nos recuerdan repetidamente la naturaleza ilusoria y frágil de la armonía racial en los Estados Unidos de América.
Parece que vivimos en una tregua incómoda.
Han pasado muchas décadas desde la marcha en Washington en 1963, en donde se pronunció el discurso “Tengo un sueño” de Martin Luther King. Sin embargo, ninguno de nosotros puede decir que la nación haya cumplido plenamente la visión del Dr. King de un país en el que cada persona será juzgada por el contenido de su carácter, en lugar del color de su piel.
Las tensiones continúan y regularmente oímos hablar de otro incidente en algún lugar del país en el que la raza se presenta como un factor precipitante.
Las cosas hoy son diferentes de lo que han sido en el pasado. Sin embargo, la pregunta sigue siendo: ¿Por qué ha sido tan difícil abrazar y vivir sistemáticamente el sueño del Dr. King?
A raíz del movimiento por los derechos civiles en el que el Dr. King participó de forma tan dramática, surgieron una gran cantidad de programas sociales que pretendía abordar las causas y consecuencias del racismo. La educación cultural, el diálogo intercultural y el actual multiculturalismo, se remontan al movimiento de los derechos civiles para sus mandatos.
En la búsqueda de los derechos de varios grupos, bajo el amparo de los derechos civiles, una cosa ha quedado clara. Lo que un grupo calificó como correcto, suele ser calificado como incorrecto por otro. En lugar de resolver las diferencias, se defiende la tolerancia como la respuesta adecuada a las distintas perspectivas que han surgido.
La tolerancia no tiene ningún poder cohesivo ni curativo en la sociedad. Significa apenas algo más que dejar al otro en paz. Lleva a la indiferencia, no a la comprensión. La tolerancia permite que se mantengan los abismos entre nosotros. De hecho, hay poco en el concepto de tolerancia que nos saque del aislamiento racial.
La tolerancia conlleva un relativismo moral implícito. ¿Quién puede decir qué está bien y qué está mal? El relativismo moral sugiere que no hay absolutos a los que todos podamos rendir cuentas. Tal cosa estaba lejos del pensamiento de Martin Luther King. En una de sus obras, el Dr. King hace las siguientes afirmaciones:
“En el centro de la fe cristiana está la afirmación de que hay un Dios en el universo que es el fundamento y esencia de toda la realidad. Un ser de amor infinito y poder ilimitado, Dios es el creador, sustentador y conservador de los valores… En contraste con el relativismo ético, el cristianismo establece un sistema de valores morales absolutos y afirma que Dios ha colocado dentro de cada estructura de este universo ciertos principios morales que son fijos e inmutables”.
El Dr. King no hablaba en términos de tolerancia. Su ideal era el amor.
“El odio no puede expulsar al odio, solo el amor puede hacerlo”*
Sin embargo, en los debates actuales sobre las relaciones raciales, la palabra amor es rara vez mencionada. El Dr. King insistía que el amor era el valor dominante o crítico con el que podíamos superar los conflictos raciales.
El amor del que hablaba era un amor bíblico, uno que es incondicional, desinteresado y que buscaba el bien absoluto de la otra parte. Este tipo de amor es un amor firme, que se enfrenta al mal y a la injusticia con la verdad, la verdad absoluta decretada por un Dios todopoderoso y permite al individuo amar a su enemigo.
Al considerar la posibilidad de dar nueva vida a “El sueño”, tenemos que reconocer que, en la forma de hablar y escribir del Dr. King, “El sueño” comienza con Dios. Porque sin Dios, no hay una verdad absoluta trascendente en la que basar un llamamiento a la justicia. Tampoco hay ninguna fuente de la que extraer la fuerza para amar de la que habla.
Es comprensible un cierto grado de escepticismo sobre esta perspectiva. Con demasiada frecuencia, aquellos que dicen ser cristianos no han vivido de acuerdo con las claras enseñanzas de las escrituras cristianas. Estos fracasos se han producido con frecuencia en temas concernientes a la raza.
Está claro en la biblia (y el Dr. King lo afirmó) que la iglesia debe proporcionar liderazgo espiritual y moral en la sociedad. Sin embargo, al observar la historia de la iglesia en Estados Unidos, muchas partes de ella han sido pasivas, e incluso regresivas, en temas relacionados a la raza. Incluso, en la época actual, la iglesia habla de los temas del día con una voz fragmentada.
Un ejemplo es la tendencia del clero afroamericano de alinearse con los candidatos demócratas, mientras que muchos pastores blancos se alinean con los republicanos. Sin embargo, el Dr. King imploró a las personas que no descartaran el cristianismo basándose en estas observaciones.
El Dr. King vivió en una época en la que el liderazgo en la iglesia a la hora de abordar el racismo, era aún menos creíble que hoy. Él comprendió claramente que con demasiada frecuencia había una diferencia entre lo que el cristianismo enseñaba en la biblia, y las variedades del cristianismo que observaba a su alrededor.
A pesar del compromiso del Dr. King con la protesta pacífica para hacer frente a las injusticias sistemáticas, comenzó a recibir cartas y llamadas telefónicas amenazantes. En medio de la noche, una llamada telefónica especialmente desagradable, lo desconcertó.
“Parecía que todos mis temores se habían apoderado de mí a la vez”
Se levantó y fue a la cocina a preparar café, luchando contra el agotamiento y el miedo, sintiendo una pérdida total de valentía. Comenzó a orar, “estoy aquí defendiendo lo que creo que es correcto. Pero ahora tengo miedo, las personas esperan que sea líder. Estoy al final de mis fuerzas, no tengo nada”.
Dijo que Dios le respondió dándole una consciencia de la presencia de Dios como nunca antes la había sentido. Dijo que era como si Dios le hablara a su corazón diciendo: “Defiende la justicia, defiende la verdad. Dios estará a tu lado para siempre”.
El Dr. King dijo que en ese momento sus temores desaparecieron. La certeza se apoderó de él y estuvo dispuesto a enfrentar cualquier cosa. “La situación exterior seguía siendo la misma, pero Dios me había dado calma interior”.
Su vida estuvo dedicada a desafiar a la nación de Estados Unidos a vivir una obediencia más consistente a los absolutos morales de la biblia. Su repetida súplica fue que los hombres y mujeres entraran en el tipo de relación personal con Dios que trasciende lo que se puede ver y lo que se experimenta.
Mira lo que dice el Dr. King al hombre o mujer que sostiene que Dios es innecesario o irrelevante para nuestras vidas modernas:
“A veces podemos sentir que no necesitamos a Dios, pero el día en que se desaten las tormentas de la desilusión, soplen los vientos del desastre y las olas del dolor golpeen nuestras vidas, si no tenemos una fe profunda y paciente, nuestras vidas emocionales se harán pedazos.
Hay tanta frustración en el mundo porque hemos confiado en dioses y no en Dios. Hemos hecho una genuflexión ante el dios de la ciencia solo para descubrir que nos ha dado la bomba atómica, produciendo miedos y ansiedades que la ciencia nunca podrá mitigar.
Hemos adorado al dios del placer solo para descubrir que las emociones se agotan y las sensaciones son efímeras. Nos hemos inclinado ante el dios del dinero solo para aprender que hay cosas como el amor y la amistad que el dinero no puede comprar, y que en un mundo de posibles devaluaciones, caídas de la bolsa y malas inversiones empresariales, el dinero es una deidad bastante incierta.
Estos dioses transitorios no son capaces de salvarnos ni de traer la felicidad al corazón humano. Solamente Dios es capaz. Es la fe en Él lo que debemos redescubrir. Con esta fe podemos transformar los valles sombríos y desolados en senderos de alegría iluminados por el sol y traer nueva luz a las oscuras cavernas del pesimismo”.*
¿Estás desanimado ante la perspectiva de que nunca se supere la división racial que impregna a Estados Unidos? ¿O te sientes frustrado por tu incapacidad de amar genuinamente a otros que son diferentes a ti? Martin Luther King recomendó la fe en Jesús de Nazaret como antídoto para ambos males.
“El mal puede ser expulsado, no por el hombre por sí solo ni por un Dios dictatorial que invada nuestras vidas, sino cuando abrimos la puerta e invitamos a Dios a entrar a través de Cristo. “He aquí yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré y cenaré con él y él conmigo”. Dios es demasiado cortés como para romper la puerta, pero cuando la abrimos con fe creyendo, una confrontación divina y humana transformará nuestras vidas arruinadas por el pecado en personalidades radiantes”.*
Una relación con Dios nos da el poder de vencer cualquier pecado con el que estemos luchando, incluyendo el pecado del racismo. El racismo no solo es una barrera entre las personas, sino también es una ofensa entre nosotros y Dios. La razón por la que el Dr. King podía recomendar a Cristo como solución al problema del racismo es que la muerte de Jesús en la cruz pagó el precio por todos nuestros pecados. Luego resucitó de entre los muertos y ahora nos ofrece el perdón de Dios y el poder de vivir una vida nueva. El Dr. King lo expresó así:
“El hombre es un pecador que necesita la gracia perdonadora de Dios. Esto no es un pesimismo, es realismo cristiano”.*
Nuestra necesidad de Jesús es realmente el gran igualador de las razas. Todos somos pecadores que necesitamos un salvador, todos estamos ante Dios, no sobre la base de superioridad de una raza sobre otra, ya sea moral, cultural, financiera, política o de cualquier otra manera.
Todas las razas y culturas del mundo, necesitan el mismo salvador. Su nombre es Jesús.
Lo que Martin Luther King describió como nuestra necesidad de una “confrontación divina y humana” se ofrece por iniciativa de Dios. Requiere que pongamos nuestra fe en lo que Jesús hizo como nuestro propio pago personal por el pecado y, que le invitemos a entrar a nuestras vidas “cuando abrimos la puerta e invitamos a Dios a entrar a través de Cristo”.
Las palabras del Dr. King siguen siendo válidas hoy en día. Podemos dar nueva vida a “El Sueño”, siguiendo el camino del Dr. King. Puede ser que nuestro camino no nos lleve a ser mártires ni seamos asesinados por una bala, como le ocurrió a Martin Luther King, pero sí nos lleva a morir a nuestros comportamientos egoístas y a nuestra autosuficiencia. Una fe así no es un ejercicio religioso débil y evasivo, sino una búsqueda valiente de lo que en última instancia es bueno, correcto y verdadero.
“En su magnánimo amor, Dios se ofrece gratuitamente a hacer por nosotros lo que no podemos hacer por nuestra propia cuenta. Nuestra aceptación humilde y de corazón abierto es la fe. Así que por la fe nos salvamos. El hombre lleno Dios y Dios operando a través del hombre, traen cambios increíbles en nuestra vida individual y social”.*
“El sueño” comienza con Dios revelado a través de Su Hijo, Jesucristo. A través de una relación con Él, podemos ser agentes de curación en un mundo que está enfermo de conflictos raciales y étnicos. ¿No considerarías seriamente poner tu fe en Cristo, como hizo el Dr. Martin Luther King? Dios nos ofrece esta relación con Él y nosotros simplemente podemos responder:
Jesucristo, te invito a entrar a mi vida, a perdonar mi pecado, a darme una nueva relación contigo. Trae a mi corazón tu amor y tu poder para amar a los demás. Gracias por transformar mi vida en este momento.
Si te has rendido a Jesucristo, ora por una fe que cambie tu vida y por una creciente dependencia de Él. Solo Él puede traer a nuestros corazones su amor sobrenatural y el poder amar a los demás.
A medida que Dios transforma nuestras vidas, tenemos el potencial de plasmar lo que Martin Luther King soñó… El fin del racismo en Estados Unidos.
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Charles Gilmer es el fundador y ex presidente de The Impact Movement, Inc., un ministerio asociado a Cru, que lleva la verdad de Jesucristo al campus, a la comunidad y al mundo produciendo líderes de ascendencia africana centrados espiritualmente, financieramente responsables y moralmente aptos. Ha dado conferencias en campus de todo Estados Unidos y en África sobre relaciones raciales, misiones y la fe cristiana. Se graduó en la Universidad de Pensilvania y en el Seminario Teológico de Princeton y, ha sido distinguido con el título de Doctor en Divinidad por el Carver Bible College. En la actualidad, Charles es estudiante de doctorado y docente titular en la Universidad de Duquesne. Él y su esposa, Rebecca, tienen seis hijos y trece nietos.
*Extractos tomados de Strength to Love, del Dr. Martin Luther King, 1963.